Comenzé el día con un desayuno que consistió en huevos cocidos en agua y avena con higos y frutos secos. Fue al gimnasio un par de horas. Antes de comenzar mi horario laborar pasé por un par de cafeterías, pero ninguna men convenció. Café comercial.
La mañana la pasé atendiendo diversas llamadas, tedio del trabajo. Me acordé de un párrafo de Ulises Criollo de José Vasconcelos:
Pagado con la faena del día nuestro tributo a la economía pública, era justo que la noche colmase el ansia de los bellos cuerpos, las miradas ardientes y la voluptuosidad dichosa. … Tal era la compensación necesaria del día consagrado a las faenas del lucro.
La comida la tomé en un restaurante yucateco llamado Las Polas: una ensalada de nopal y tomate cherry y, como plato fuerte, pavo en escabeche.
La tarde siguió con reuniones.
Preparándose para la cena, mi cuerpo reclamaba lo habitual. De paso a mi apartamento temporal hice pasada en una pescadería y compré un filete de salmón. Lo acompañé de arroz integral y brócoli.
Salí a pasear por la Roma e hice parada en el popular Mercado del mismo nombre. Nada sorprendente, comida mediocre a precios excesivos. Para personas sin criterio.
Seguí caminando hasta la pulquería La Nuclear, donde degusté un excelente curado de cacahuate. Repetí la dosis de tan sabroso que estaba.
Caída la noche, regresé a mi lugar de hospedaje. La contaminación y cambio de ambiente comenzaba a afectar a mi cuerpo. Requería un descanso. Mañana será el día dos.